El Descanso en el Día de Reposo

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elder Julio Cesar Acosta Élder Julio César Acosta

En las escrituras aprendemos que, al terminar la obra de la creación de la tierra, nuestro Padre Celestial descansó de Su obra. A los seis días de la creación le siguió uno en el cual Él descansó, y admiró la tierra que había creado para que fuera habitada por Sus hijos e hijas (1 Nefi 17:36).

Más adelante aprendemos que al dar a Moisés los Diez Mandamientos, Él decretó que todo hombre habría de trabajar seis días y descansar el séptimo, así dejó establecida la observancia del “Día de Reposo”, como un mandamiento con promesas de grandes bendiciones para todos los que lo obedecieran.  Esa misma admonición fue dada a los santos en esta dispensación:

“Y los habitantes de Sion también observarán el día del Señor para santificarlo” (Doctrina y Convenios 68:29).

La Guía para el Estudio de las Escrituras define ese descanso que debemos tener en el día de reposo de la siguiente manera:

“Disfrutar de paz y de la ausencia de preocupaciones y conflictos”.

El propósito de este descanso es ayudar a concentrar nuestra mente y el corazón en Su día, Él ha dicho:

Porque, en verdad, este es un día que se te ha señalado para descansar de tus obras y rendir tus devociones al Altísimo;” (Doctrina y Convenios 59:10).

Liberar nuestra mente de las cosas triviales de cada día hará que la adoración en el día de reposo sea más significativa y nos ayude a establecer un vínculo más fuerte con el Padre Celestial y nuestra relación con Él.

Reposo es también una de las bendiciones que resultarán de una vida justa.

“y nada impuro puede entrar en su reino; por tanto, nada entra en su reposo, sino aquellos que han lavado sus vestidos en mi sangre, mediante su fe, y el arrepentimiento de todos sus pecados y su fidelidad hasta el fin” (3 Nefi 27:19).

Aun cuando para algunos el día de reposo puede estar ocupado con actividades, que físicamente nos pueda hacer sentir cansados, descansar de acuerdo con el Señor es de esperarse que podamos librarnos de toda preocupación, pesar, carga que nos impida en este día dedicar todo nuestro corazón a Él.

Algo que aprendemos de esa Escritura es que ese descanso viene como resultado de una vida justa, libre de pecados.  Por lo que Él nos hace la siguiente invitación:

“Y para que más íntegramente te conserves sin mancha del mundo, irás a la casa de oración y ofrecerás tus sacramentos en mi día santo” (Doctrina y Convenios 59:9).

Un descanso pleno y completo en cada uno de nuestros días de reposo no será completo, sin una oportunidad de poder asistir a la reunión sacramental y allí renovar por medio de la santa cena nuestros convenios con Él.

La Santa Cena brinda la oportunidad de examinar nuestras vidas, arrepentirnos de lo que creamos que es necesario a fin de que, al participar del pan y el agua en el nombre de Jesucristo, Su influencia y ayuda nos acompañe y nos permita resistir la tentación de obrar mal y fortalecer nuestra fe en Él.

Qué bendición es poder comenzar nuestro día de reposo participando de la Santa Cena, tal y como Él mandó que se hiciera en memoria de Él:

“El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo le resucitaré en el día postrero (Juan 6:54).

El día de reposo es un convenio personal con el Señor de cada uno de los que somos parte de Su pueblo (Ezequiel 20:19-20). Dado para que podamos descansar en la paz del Señor, invocar Su nombre, renovar nuestros convenios, limpiarnos del pecado y tener gozo, ya que este es el fin de cada uno de Sus mandamientos, que en Él tengamos paz.

El presidente Russell M. Nelson nos ha invitado a que caminemos el camino de nuestros convenios, y el día de reposo es uno de ellos. El procurar una observancia más completa en Su día traerá a nuestra vida, y la de nuestras familias, la paz y el gozo que Él ha prometido.

Mis queridos hermanos, les invito a que, por encima de todas las circunstancias en las cuales nos podamos encontrar, procuremos el verdadero descanso en Su día, obrando justamente, participando de Sus sacramentos, liberando nuestros pensamientos de las cosas de este mundo y que nos elevemos, junto a nuestras familias, a un descanso similar al de Su morada eterna.